Por Andrea Echeverri, andreacine.wordpress.com
Las primeras imágenes auguran lo que será el resto del filme: en una zona gélida —el rodaje tuvo lugar en La Cocha, Nariño—, un “morro” (un pedazo de tierra) se mueve a contracorriente en la laguna. A lo lejos, hay un hombre empalado. Una mujer —aún no se puede saber su edad, a ratos parece una niña, otros parece adulta— camina y camina hasta caer, rendida, en medio de la nada. En planos largos, con la cámara inmóvil, William Vega nos introduce en ese territorio hosco, frío, sin ofrecernos elementos todavía para descifrarlo.
Alicia, que así se llama la joven —interpretada por la sorprendente Joghis Arias—, es recogida por un barquero que la lleva a La Sirga, un hostal en estado desastroso, donde vive su tío Óscar —Julio César Roble—, al que no ve hace años, y al que le cuenta que su aldea fue incendiada y sus padres murieron. No tiene a nadie más ni otro lugar adónde ir. A regañadientes el tío, que se ha quedado solo tras la marcha de su hijo Fredy, acepta que se quede por un tiempo, para ayudar a adecentar el lugar, a la espera de huéspedes cuando empiece la temporada turística.
La historia se desenvuelve en la casa de madera, que cada vez va tomando mejor forma a pesar de la inclemencia del clima, y en sus hermosos alrededores. Alicia trabaja día a día junto a Flora —Floralba Achicanoy—, una mujer seca quien se encarga del hotel mientras Óscar pesca y está en el pueblo, que apenas se conoce de oídas. De vez en cuando reciben la visita del barquero, Mirichis —David Guacas—, con el que Alicia va trabando amistad, un forastero como ella, que se ocupa de los mandados de la gente del lugar y que aparentemente trafica con armas. Por último, aparece Fredy —Heraldo Romero— el primo, que llega de la ciudad para descansar, e incita a Alicia a irse de allí.
Son pocos personajes, y hablan poco. Alicia, sin dejar de ser retraída, paulatinamente va soltando, va manejando el pánico con el que llegó a La Sirga, incluso llega a sonreír. Un personaje en apariencia simple, pero con una profundidad hecha de capas que el espectador es responsable de ir develando a partir de las pocas pistas que William Vega nos va ofreciendo. Y no obstante, logra crear una protagonista fuerte, que representa a los millones de desplazados de nuestro país, a todas las víctimas, pero sin asomo de caricatura, de estereotipo ni de estigmatización. De esta manera, Vega logra hablar de la situación nacional contando una historia local, sencilla, sin aspavientos ni arandelas.
Se trata de una película honesta y bien contada, que puede resultar difícil para el espectador acostumbrado al cine de entretenimiento, pero que deleitará a cualquiera que aprecie la plasticidad y las historias sutiles. Va por el camino de la formidable El vuelco del cangrejo —de hecho, Óscar Ruiz Navia es aquí el productor— pues también se siente un enorme respeto por el entorno, que no es un simple marco para la historia sino parte activa y fundamental de ella, y en el que los personajes no son marionetas sino seres complejos con más de una cara.
El nombre de la película proviene de las sogas que se usaban para remontar a contracorriente a los navíos. De nuevo la metáfora que implica la dura lucha que debe afrontar Alicia —como tantos otros— si quiere sobrevivir en un ambiente tan hostil como el que le tocó en suerte.
FUENTE: http://andreacine.wordpress.com/2012/08/23/la-sirga/ - COLOMBIA