C I N E T E C A V I D A
p r e s e n t a
CICLOS DE CINE - TEMPORADA 2013
Boulogne Sur Mer 549 / Tel: 49 63 75 91
Bono contribución : $ 15.-
Martes 22 de octubre a las 20:30 hs.
UNA MUJER EN LA ARENA
Dirección: HIROSHI TESHIGAHARA
Título original: Suna no onna / Guión: Kôbô Abe, a partir de su propia novela / Música: Toru Takemitsu / Fotografía: Hiroshi Segawa / Montaje: Fusako Shuzui / Sonido: Ichirô Katô, Keiji Mori y Shigenosuke Okuyama / Asist. de dirección: Masuo Ogawa / Diseño de producción: Totetsu Hirakawa y Masao Yamazaki / Producción: Kiichi Ichikawa y Tadashi Ôno / Productoras: Toho y Teshigahara Productions /
Origen: Japón / Año: 1964 / 128 minutos /
Formato original: 35 mm / Formato de proyección: DVD /
Elenco:
Eiji Okada, Kyôko Kishida, Hiroko Itô, Kôji Mitsui, Sen Yano, Ginzô Sekiguchi, Kiyohiko Ichihara, Hideo Kanze, Hiroyuki Nishimoto, Tamotsu Tamura y otros.
UNA MUJER EN LA ARENA
*** por Calki (del archivo FCV)
Puede parecer extraño que un film japonés tenga ambiente kafkiano, pero la verdad es que este curioso, profundo y a ratos alucinante relato es llevado por Hiroshi Teshigahara tan cerca del realismo como la pesadilla.
Durante más de tres minutos la cámara sigue a un hombre que atraviesa un desierto de arena; la misma morosidad y el mismo rigor descriptivo rigen en todo el film, a cuyo ritmo ajustarse, lo mismo que el sentido trascendente del espíritu oriental. Es un joven entomólogo que inicia, al parecer una excursión sin importancia: hurga en la arena para extraer insectos raros. Está lejos de imaginar, como el espectador, la pesadillesca aventura que le aguarda.
Hay allí, en medio del desierto, una increíble aldea cuyos habitantes, debido a su pobreza, viven en hondos pozos, donde construyen sus viviendas. Uno de ellos lo invita a pernoctar en una de esas casas, ya que ha perdido el último ómnibus de regreso. En la casa, o en el pozo elegido, a la que desciende dificultosamente por una escalera de soga, vive una mujer., “La mujer de arena”. Allí quedará atrapado.
No una noche, sino para toda su vida. La escalera es retirada por los aldeanos, que de este modo le procuran un “ayudante” a la mujer solitaria. Todo ha sido una trampa. En ese clima infernal, primitivo, con la gran enemiga, la arena, filtrándose por todas partes, el “prisionero” se enfurece y acomete a la mujer, cuya singular naturaleza constituye para él otro enigma. Intenta evadirse, pero la arena siempre lo vence; al mismo tiempo que se rebela, se acerca cada vez más a la mujer. (La inevitable secuencia erótica tiene el sello japonés e imágenes de notable belleza que recuerdan a las de Hiroshima, mon amor, superándolas en autenticidad).
No elude el relato otros elementos típicos: la simbología, la dimensión filosófica. La mujer ha perdido el marido y al hijo, sepultados por la arena, y prefiere quedarse allí “porque en otras partes no llamaría la atención”. El hombre, que se dedicó a la entomología “para huir del tedio” y “buscar un insecto desconocido de modo que su nombre figurara en una enciclopedia”, descubre, casi por azar, un nuevo sistema para sacar agua del desierto, y se queda, para que los aldeanos lo aprovechen.
La esencia del drama humano ofrece posibilidades infinitas de sugestión. Kyoto Kishida es fea, casi insignificante, pero tiene una sensibilidad que la transfigura; Eiji Okada, el mismo de Hiroshima, mon amourde Alain Resnais, es el entomólogo; en el coro de extraños aldeanos, algunos usan máscaras, en una secuencia de aquelarre, de vaga significación.
La fotografía escueta y expresiva, y la música de lacónicos subrayados, son valores sobresalientes.
Una mujer en la arena, una película fascinante…
***Hayrabet Alacahan / 20 de octubre de 2013
Hiroshi Teshigahara (28 de enero de 1927, Tokio – 14 de abril de 2001, Tokio, Japón) llevó a la pantalla la novela de Kobo Abe (1924 – 1993), obra con la que había ganado el Premio Yomiuri.
El propósito de esta película, esencialmente, es el planteo sobre el entorno en el que se desarrolla la vida; sobre el tránsito desde la soledad a la convivencia y viceversa; sobre las contradicciones entre los sentimientos y los sentidos; sobre la tensión entre la libertad individual y la libertad condicionada por la sociedad –aquello de lo que muchas veces no estamos conscientes. Con un planteo desconcertante e intrigante, expuesto de un modo muy singular. Con un contenido claustrofóbico y aterrador.
Un entomólogo vagabundea por una región desértica y poco habitada, buscando insectos raros, que viven en esas dunas, para su colección. Jumpei está muy lejos de pensar que el destino, su destino, lo asecha para transformarlo en uno de esos bichos.
En un momento de descanso pierde la noción del tiempo, y pierde el micro que lo llevaría de vuelta a la ciudad. La inquietud comienza en ese momento, cuando unos lugareños le ofrecen su hospitalidad, y pasar la noche en su aldea.
Es recibido por una viuda joven que habita una choza muy precaria en el fondo de un enorme pozo de arena. Niké Jumpei –interpretado impecablemente por Eiji Okada, el mismo actor de Hiroshima, mon amour–, accede al lugar a través de una precaria escalera de soga. A la mañana siguiente, cuando se dispone a partir, descubre con asombro, bronca, y con algo de miedo que la escalera ya no está en su lugar, y por lo tanto no tiene forma de volver a la superficie. Es atrapado por su entorno, y sobre todo por la mujer, con la ayuda de los aldeanos. A la hora de pedir explicaciones, la mujer le explica que su trabajo consiste en llenar baldes de arena a cambio de comida y agua, pero que es un trabajo muy pesado para ella sola. En ese momento la realidad de Jumpei se ve trastocada categóricamente, y debe comenzar a enfrentar una vida nueva –contra su voluntad – en un ámbito desconocido y jamás imaginado por él.
En uno de tantos intentos por huir Jumpei logra salir del pozo, pero es atrapado y devuelto a él por los campesinos. No tiene otra opción que afrontar su nueva realidad y va cambiando lentamente su conducta con la viuda. En esta, sorpresiva, inserción en su nueva vida descubre accidentalmente que se puede obtener agua por acción capilar, enterrando un recipiente de madera en la arena. Así, de a poco, Jumpei va redescubriendo la esencia de la libertad, de su libertad como individuo en aquel lugar.
Los hechos sucesivos influyen en su estado de ánimo, lo que lo lleva a la espera de un hijo con la mujer. Las mañanas ya no le son tan agobiantes como al principio y sin proponérselo va olvidando el apuro y la desesperación que tenía para evadirse de aquella prisión de arena.
El director logra un relato fantástico en medio de un enorme desierto real, donde las arenas producen la sugestiva ilusión del encuentro del entomólogo con su futuro.
Estamos ante una propuesta visualmente singular, que merece, y necesita, ser vista más de una vez, para luego reflexionar, llevados por la interrelación entre las imágenes, el montaje poético, los diálogos secos y precisos, y las acciones que traman la trampa, inevitable, en la que está sumergido al personaje.
Está es una de las películas que más me impresionó en mi vida como cinéfilo, y que me marco cuando la vi por primera vez, hace ya más de 30 años. Tristemente nunca más volvió ocupar un lugar en las pantallas de los cines de Buenos Aires. Nunca dude en recomendar a otros cinéfilos que no desperdiciaran cualquier oportunidad que tuvieran de verla. Y siempre estuve en la búsqueda de una copia, en cualquier formato, para poder proyectarla en nuestras funciones. Este film, como muchos otros, es parte de ese canon de películas de alto nivel, relevantes, imprescindibles, que deberían ser vistas sobre todo por las generaciones nuevas.
Por otra parte, en esta interminable búsqueda de fotos, afiches, copias, y datos sobre estas joyas cinematográficas siempre hubo, y hay, amigos a quienes acudo muy a menudo, y ellos hacen lo que pueden por complacerme. En este caso debo mencionar, y agradecer, la colaboración inmensa de tres amigos: Gustavo Peduto, Ignacio Lopéz y Francesco Guarino, ellos, han hecho todo lo posible para concretar la proyección de esta película. En la trastienda de nuestras funciones siempre contamos con personas anónimas que aportan lo suyo, y este es un momento adecuado para ofrecer un tributo de agradecimiento a todos ellos.
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