Astor de Plata a Mejor Director para Mathieu Amalric, por «La Chambre bleue»
«La vida es diferente cuando se la vive, y luego se la limpia de golpe». Crimen y sexo parecen ser los tópicos preferidos de Georges Simenon, -autor que alguna vez abogó haber tenido relaciones con 10.000 mujeres- y quien escribió, en 1964, La Chambre bleue. La adaptación de Mathieu Amalric redobla la apuesta haciendo aún más sombríos los protagonistas de esta historia, en la que se barajan -literal y narrativamente- el deseo y el amor, entre las cuatros paredes de ese cuarto azul; y la muerte, y el miedo, y el misterio, y la contraposición tácita entre el deber y el querer.
Con un relato quebrado, a la orden del día de las novelas de suspenso, Mathieu Amalric nos pasea por el delirio de una historia amorosa y adúltera, con escenas eróticas de una belleza visual implacable, para luego llevarnos de las narices por la mente de este hombre que se ve envuelto en un asesinato. Julien, un vendedor de camiones, es un héroe al estilo kafkiano, en quien la culpa nunca se disipa. Y en ese devenir entre presente y pasado, la pregunta segura es ¿de qué crimen se lo acusa realmente?
Del genio de este actor y director multipremiado y aclamado, surge una historia tan densa como luminosa, en la que la radiografía del deseo humano está en primer plano, y con él, el fastidio de un matrimonio monótono, sus conflictos y las diversas pulsiones que se deben atajar a tiempo, o sufrir las consecuencias. El misterio en este caso es, cómo se sale airoso de nuestros propios impulsos.
«La vida es diferente cuando se la vive, y luego se la limpia de golpe». Crimen y sexo parecen ser los tópicos preferidos de Georges Simenon, -autor que alguna vez abogó haber tenido relaciones con 10.000 mujeres- y quien escribió, en 1964, La Chambre bleue. La adaptación de Mathieu Amalric redobla la apuesta haciendo aún más sombríos los protagonistas de esta historia, en la que se barajan -literal y narrativamente- el deseo y el amor, entre las cuatros paredes de ese cuarto azul; y la muerte, y el miedo, y el misterio, y la contraposición tácita entre el deber y el querer.
Con un relato quebrado, a la orden del día de las novelas de suspenso, Mathieu Amalric nos pasea por el delirio de una historia amorosa y adúltera, con escenas eróticas de una belleza visual implacable, para luego llevarnos de las narices por la mente de este hombre que se ve envuelto en un asesinato. Julien, un vendedor de camiones, es un héroe al estilo kafkiano, en quien la culpa nunca se disipa. Y en ese devenir entre presente y pasado, la pregunta segura es ¿de qué crimen se lo acusa realmente?
Del genio de este actor y director multipremiado y aclamado, surge una historia tan densa como luminosa, en la que la radiografía del deseo humano está en primer plano, y con él, el fastidio de un matrimonio monótono, sus conflictos y las diversas pulsiones que se deben atajar a tiempo, o sufrir las consecuencias. El misterio en este caso es, cómo se sale airoso de nuestros propios impulsos.
Astor de Plata a Mejor Guión para «Le meraviglie», de Alice Rohrwacher
El mundo de las maravillas puede estar en cualquier lado. En un reality show, o en una aldea en la región de Umbria, Lazio y La Toscana. Le meraviglie, segundo largometraje de la directora Alice Rohrwacher parece construirse a partir de los contrarios, o en todo caso, en la interconexión de mundos que a primera vista nos resultan irreconciliables. Y es justamente ahí, en la relación del adentro con el afuera, que el ilusorio microcosmos construido por un padre autoritario -para mantener las tradiciones y aislar a su familia-, comienza a tambalear.
Escrita sensiblemente, mezclando experiencias autobiográficas con ficción, Le meraviglie es el relato de la lucha porque todo permanezca igual y que nada cambie. Una familia que se dedica a la apicultura vive sus días secretamente, lejos del mundanal ruido de la urbanización. En la desesperación de la resistencia, nacen los deseos individuales de alejarse de aquella burbuja, de ver que hay más allá de las abejas, los animales y el campo.
Entra en escena una Monica Bellucci –siempre despampanante- como una extraña conductora de un reality show que busca a la “familia perfecta” para su proyecto, y en ese ensamble imposible, todo se desensambla.
El relato ronda entre el sueño y la realidad con actuaciones fascinantes, -una Gelsomina, Maria Alexandra Lungu, pequeña gran actriz en potencia- y crece progresivamente en una fábula maravillosa en la que los deseos, los amores peculiares, y la irrefrenable curiosidad, transgreden lo impuesto por arbitrio y van en busca de un nada impuesto destino.
El mundo de las maravillas puede estar en cualquier lado. En un reality show, o en una aldea en la región de Umbria, Lazio y La Toscana. Le meraviglie, segundo largometraje de la directora Alice Rohrwacher parece construirse a partir de los contrarios, o en todo caso, en la interconexión de mundos que a primera vista nos resultan irreconciliables. Y es justamente ahí, en la relación del adentro con el afuera, que el ilusorio microcosmos construido por un padre autoritario -para mantener las tradiciones y aislar a su familia-, comienza a tambalear.
Escrita sensiblemente, mezclando experiencias autobiográficas con ficción, Le meraviglie es el relato de la lucha porque todo permanezca igual y que nada cambie. Una familia que se dedica a la apicultura vive sus días secretamente, lejos del mundanal ruido de la urbanización. En la desesperación de la resistencia, nacen los deseos individuales de alejarse de aquella burbuja, de ver que hay más allá de las abejas, los animales y el campo.
Entra en escena una Monica Bellucci –siempre despampanante- como una extraña conductora de un reality show que busca a la “familia perfecta” para su proyecto, y en ese ensamble imposible, todo se desensambla.
El relato ronda entre el sueño y la realidad con actuaciones fascinantes, -una Gelsomina, Maria Alexandra Lungu, pequeña gran actriz en potencia- y crece progresivamente en una fábula maravillosa en la que los deseos, los amores peculiares, y la irrefrenable curiosidad, transgreden lo impuesto por arbitrio y van en busca de un nada impuesto destino.
Ástor de Plata a Mejor Actor para Park Jungbum, por «Alive»
Es cierto. Alive es un gran golpe al pecho, una historia de lucha apostada en una sintonía oscura. Pero de tan real, se nos presenta iluminadora, porque Park Jungbum sabe retratar, en su segundo largometraje, el mundo absurdo y doloroso del trabajo casi esclavo de refugiados norcoreanos, desde la perspectiva de la lucha, no solo por sobrevivir, sino por sentirse vivos.
La dignidad está en juego, parece decir Alive. Y es un grito de aquellos que resisten, que combaten la injusticia inmutable, sea el lugar del mundo donde se pose la cámara. Park vuelve a ponerse en el rol principal, en una producción que también guionó, y nuevamente asienta el foco en las problemáticas de las personas desvalidas, que quedan -de alguna u otra manera- al margen de la sociedad y su voracidad atroz.
Jeong-cheol es un trabajador en una aldea remota en las montañas, en la provincia de Gangwon-do. Y sueña con una vida mejor para las mujeres de su vida; su sobrina, que solo quiere continuar sus clases de piano, y su hermana, psicológicamente perturbada, con un miedo patológico a la oscuridad. La habilidad que tiene Park de lograr belleza aún en esos lugares extremadamente duros, es lo que lo situó ya con su primer largometraje, The Journals of Musan, en uno de los más talentosos directores jóvenes surcoreanos.
Park Jungbum retrata un mundo de esfuerzos en la máxima oscuridad, en la opacidad y la rusticidad de la violencia y la injusticia socialmente naturalizadas. Alive, nos detiene frente a un espejo terrible -la realidad- y provoca y conmueve espectacularmente, a través del deseo que atraviesa toda la película; lograr la decencia mínima e indispensable, no para sobrevivir, sino para sentirnos vivos.
Es cierto. Alive es un gran golpe al pecho, una historia de lucha apostada en una sintonía oscura. Pero de tan real, se nos presenta iluminadora, porque Park Jungbum sabe retratar, en su segundo largometraje, el mundo absurdo y doloroso del trabajo casi esclavo de refugiados norcoreanos, desde la perspectiva de la lucha, no solo por sobrevivir, sino por sentirse vivos.
La dignidad está en juego, parece decir Alive. Y es un grito de aquellos que resisten, que combaten la injusticia inmutable, sea el lugar del mundo donde se pose la cámara. Park vuelve a ponerse en el rol principal, en una producción que también guionó, y nuevamente asienta el foco en las problemáticas de las personas desvalidas, que quedan -de alguna u otra manera- al margen de la sociedad y su voracidad atroz.
Jeong-cheol es un trabajador en una aldea remota en las montañas, en la provincia de Gangwon-do. Y sueña con una vida mejor para las mujeres de su vida; su sobrina, que solo quiere continuar sus clases de piano, y su hermana, psicológicamente perturbada, con un miedo patológico a la oscuridad. La habilidad que tiene Park de lograr belleza aún en esos lugares extremadamente duros, es lo que lo situó ya con su primer largometraje, The Journals of Musan, en uno de los más talentosos directores jóvenes surcoreanos.
Park Jungbum retrata un mundo de esfuerzos en la máxima oscuridad, en la opacidad y la rusticidad de la violencia y la injusticia socialmente naturalizadas. Alive, nos detiene frente a un espejo terrible -la realidad- y provoca y conmueve espectacularmente, a través del deseo que atraviesa toda la película; lograr la decencia mínima e indispensable, no para sobrevivir, sino para sentirnos vivos.
Astor de Plata a Mejor Actriz para Negar Javaherian, por «Melbourne», de Nima Javidi
Asfixiante. Desde el minuto cero al último. No solo porque es entre cuatro paredes donde se desata el drama, sino que el drama es interno, como casi todos los grandes dramas humanos. En la literalidad de una enloquecedora opresión, una pareja de clase media iraní se encuentra frente a frente con la muerte, en un prometedor día de mudanzas, con destino a Australia. La cercanía triste y silenciosa del fin de una vida, la culpa, la incapacidad de reacción, los densos silencios que se cortan por el llamado de familiares con planes de despedida y la llegada abrupta de vecinos, convierten a esa casa, de un momento a otro, en un laberinto carcelario.
Nima Javidi construye en su ópera prima Melbourne, un simulacro de lo que podría ser una pesadilla recurrente; lo fatalmente inesperado, ese segundo en el que la existencia, tal cual y como se conocía, cambia para siempre. Con actuaciones magistrales de Payman Maadi -La separación, ganadora del Oscar- y Negar Javaherian, la pareja protagónica nos pone de bruces frente a nuestro propio reflejo, nuestras dudas y nuestra naturaleza. Con una progresión dramática inteligente, llevada adelante por los propios cuestionamientos morales, el estado traumático inicial comienza a liberarse del autocastigo y se convierte en autoconocimiento.
Tan claustrofóbica como iluminadora, Melbourne nace a partir de lo imprevisto, desde un conflicto aterrador, y se erige en la firme concepción cinematográfica del suspenso; y se nutre del horror más profundo, el desconocimiento de nuestro destino más cercano.
Asfixiante. Desde el minuto cero al último. No solo porque es entre cuatro paredes donde se desata el drama, sino que el drama es interno, como casi todos los grandes dramas humanos. En la literalidad de una enloquecedora opresión, una pareja de clase media iraní se encuentra frente a frente con la muerte, en un prometedor día de mudanzas, con destino a Australia. La cercanía triste y silenciosa del fin de una vida, la culpa, la incapacidad de reacción, los densos silencios que se cortan por el llamado de familiares con planes de despedida y la llegada abrupta de vecinos, convierten a esa casa, de un momento a otro, en un laberinto carcelario.
Nima Javidi construye en su ópera prima Melbourne, un simulacro de lo que podría ser una pesadilla recurrente; lo fatalmente inesperado, ese segundo en el que la existencia, tal cual y como se conocía, cambia para siempre. Con actuaciones magistrales de Payman Maadi -La separación, ganadora del Oscar- y Negar Javaherian, la pareja protagónica nos pone de bruces frente a nuestro propio reflejo, nuestras dudas y nuestra naturaleza. Con una progresión dramática inteligente, llevada adelante por los propios cuestionamientos morales, el estado traumático inicial comienza a liberarse del autocastigo y se convierte en autoconocimiento.
Tan claustrofóbica como iluminadora, Melbourne nace a partir de lo imprevisto, desde un conflicto aterrador, y se erige en la firme concepción cinematográfica del suspenso; y se nutre del horror más profundo, el desconocimiento de nuestro destino más cercano.
Mención Especial del Jurado a la Fotografía de «Cavalo Dinheiro», de Pedro Costa
La violencia parece dejar secuelas en todos lados; la violencia como la mayor atrocidad de las decisiones políticas de estado. Pedro Costa retrata en Cavalo Dinheiro, con su particular estética descarnada y oscura, esos escombros -tanto físicos como humanos-, tristes daños colaterales de un mundo estéril y sin rumbo.
Entre ruinas, porque no cabría otro escenario, Ventura, el protagonista caboverdiano, camina entre laberintos de lo que parece ser un hospital, luego una fábrica abandonada y lo que queda del barrio lisboeta de Fontainhas. Ventura tiembla, parece enfermo, y se encuentra con personajes que se relacionan con él por el mismo triste destino de la Revolución de los Claveles -1974-. Pasado y presente se entremezclan, de la misma manera que el sueño, las alucinaciones y los dolorosos diálogos con personas reales, o fantasmas mentales, o cicatrices psíquicas.
Cavalo Dinheiro es un viaje interior por la mente de una persona que ha sufrido y sufre. Pedro Costa trasciende la psiquis y convierte ese viaje en una experiencia visual de los horrores de un pasado que no puede permanecer como tal, porque sigue siendo presente.
Las marcas de la historia social y política se reconocen en Ventura y en aquellos espectros que aparecen en ese oscuro limbo. Y parece que no queda nada, ni el barrio, ni los amigos, ni el caballo comido por los buitres. Nada queda.
A partir de aquellos personajes ruinosos, muertos, o vivos, aletargados, melancólicos, aferrados al pasado por ausencia de presente, Pedro Costa construye con una estética pictórica inconfundible, la que puede ser su producción más ferozmente trágica y, sin lugar a dudas, fervientemente imperdible.
La violencia parece dejar secuelas en todos lados; la violencia como la mayor atrocidad de las decisiones políticas de estado. Pedro Costa retrata en Cavalo Dinheiro, con su particular estética descarnada y oscura, esos escombros -tanto físicos como humanos-, tristes daños colaterales de un mundo estéril y sin rumbo.
Entre ruinas, porque no cabría otro escenario, Ventura, el protagonista caboverdiano, camina entre laberintos de lo que parece ser un hospital, luego una fábrica abandonada y lo que queda del barrio lisboeta de Fontainhas. Ventura tiembla, parece enfermo, y se encuentra con personajes que se relacionan con él por el mismo triste destino de la Revolución de los Claveles -1974-. Pasado y presente se entremezclan, de la misma manera que el sueño, las alucinaciones y los dolorosos diálogos con personas reales, o fantasmas mentales, o cicatrices psíquicas.
Cavalo Dinheiro es un viaje interior por la mente de una persona que ha sufrido y sufre. Pedro Costa trasciende la psiquis y convierte ese viaje en una experiencia visual de los horrores de un pasado que no puede permanecer como tal, porque sigue siendo presente.
Las marcas de la historia social y política se reconocen en Ventura y en aquellos espectros que aparecen en ese oscuro limbo. Y parece que no queda nada, ni el barrio, ni los amigos, ni el caballo comido por los buitres. Nada queda.
A partir de aquellos personajes ruinosos, muertos, o vivos, aletargados, melancólicos, aferrados al pasado por ausencia de presente, Pedro Costa construye con una estética pictórica inconfundible, la que puede ser su producción más ferozmente trágica y, sin lugar a dudas, fervientemente imperdible.
Mejor Largometraje Latinoamericano - «Branco sai preto fica», de Adirley Queirós
Las secuelas del pasado, que no es tal, porque queda en el cuerpo de los tres protagonistas como un recuerdo eterno de la brutalidad policial de los años ’80. Una clara y extrema consigna: El blanco adentro el negro afuera. En Brasil, la Policía del Distrito Federal, reprimía con palos y a caballo, los bailes de los suburbios. El documental de Adirley Queirós mezcla inteligentemente la ficción, y hasta sobrevuela la ciencia ficción, para testimoniar los impulsos brutales de aquellos años, hechos carne en las víctimas, hechos cicatrices psicológicas, hechos miedo y paranoia. Pero más importante, es un reflejo de una Brasilia que aún hoy expulsa, y a pesar de todo se sigue luchando contra las injusticias, contra las representaciones de poder arraigadas y caducas.
A través de un programa de radio clandestino los testimonios vivos de la brutalidad recuerdan ese momento trágico en que sus vidas cambiaron, no como un acto de victimización, sino de supervivencia; la memoria en marcha contra los demonios del pasado.
Adirley Queirós aporta un nuevo aire al cine brasilero. Provocativo, arriesgado, original; Branco sai preto ficallega a la Competencia Latinoamericana como un referente de una nueva forma de filmar en Latinoamérica, adoptando fórmulas nuevas, y alejándose del maniqueísmo, logra una película controversialmente inspiradora.
Las secuelas del pasado, que no es tal, porque queda en el cuerpo de los tres protagonistas como un recuerdo eterno de la brutalidad policial de los años ’80. Una clara y extrema consigna: El blanco adentro el negro afuera. En Brasil, la Policía del Distrito Federal, reprimía con palos y a caballo, los bailes de los suburbios. El documental de Adirley Queirós mezcla inteligentemente la ficción, y hasta sobrevuela la ciencia ficción, para testimoniar los impulsos brutales de aquellos años, hechos carne en las víctimas, hechos cicatrices psicológicas, hechos miedo y paranoia. Pero más importante, es un reflejo de una Brasilia que aún hoy expulsa, y a pesar de todo se sigue luchando contra las injusticias, contra las representaciones de poder arraigadas y caducas.
A través de un programa de radio clandestino los testimonios vivos de la brutalidad recuerdan ese momento trágico en que sus vidas cambiaron, no como un acto de victimización, sino de supervivencia; la memoria en marcha contra los demonios del pasado.
Adirley Queirós aporta un nuevo aire al cine brasilero. Provocativo, arriesgado, original; Branco sai preto ficallega a la Competencia Latinoamericana como un referente de una nueva forma de filmar en Latinoamérica, adoptando fórmulas nuevas, y alejándose del maniqueísmo, logra una película controversialmente inspiradora.
Mejor Cortometraje Latinoamericano - «Naranjas», de Iván D. Gaona
Naranjas -Colombia, 2014-, de Iván D. Gaona
Para Rosa, una mujer campesina arraigada a la vida rural, aprender a conducir un vehículo a sus 55 años de edad resulta algo complejo. Pero ahora lo difícil no es arrancar, sino decidir adónde ir.
Naranjas -Colombia, 2014-, de Iván D. Gaona
Para Rosa, una mujer campesina arraigada a la vida rural, aprender a conducir un vehículo a sus 55 años de edad resulta algo complejo. Pero ahora lo difícil no es arrancar, sino decidir adónde ir.
Mejor Largometraje Argentino - «Su realidad», de Mariano Galperín
¿Cuál fue tu principal motivación para realizar una película que tiene como eje la vida de Daniel Melingo, pero que a la vez funciona como símbolo para describir un universo tan pintoresco?
Quería hacer una película muy libre, y, al tomar el surrealismo con las dos manos, se nos abrieron todas las compuertas, desde el guion, la fotografía, el clima. El desafío es que todo parezca real en ese contexto bastante imposible, mezclando lo alucinatorio con el humor, la música, con la picaresca.
Otra decisión importante fue nunca verlo desde el lugar de espectador, siempre desde él y hacia dentro, y como Melingo es un diamante que hace brillar todo, un Linyera Diamante, fuimos todo el tiempo fluyendo muy bien, muy atentos, improvisando dentro un guion rígido, mucho mas rígido de lo que parece.
En tu película, el arte se mezcla de una manera casi hiperestética, para conjugarse en una película paródica, poética, musical y mucho más. ¿Cómo trabajaste desde el guión todos estos niveles estéticos?
Opté por no pensar en el público, pero no pensar en el público como una manera de llegar. El no espectador ya lo tenés, a ver qué pasa con otro sistema, tratar de entrar por los poros, y que ninguna ley mainstream se me cruce por la cabeza. Por eso me pone bien que me lo preguntes, ya que verdaderamente la intención fue de hacer una película paródica, poética, musical y mucho más. Gracias.
Vos mismo definís a tu película como “lisérgica”, y esa característica queda planteada desde la primera toma. ¿Qué elementos tuviste en cuenta desde lo técnico para lograr esos climas y puntos de vista tan particulares?
No quisimos armar este mundo a través de lo digital, fuimos muy simples y muy estrictos y eso nos permitió llegar a esos estados lisérgicos de un modo diferente, no son pajaritos de colores, es la mente adentro de la mente, es un viaje. Todos los caminos nos llevaban justo hacia donde queríamos ir.
¿Por qué la selección del blanco y negro para la estética de tu película?
Es una película muy variada, con muchos y diferentes mundos propios, con pedazos de otras películas, y el blanco y negro pone todo en una misma caja, unifica, realmente puede llegar a lugares expresivos geniales y le da una atemporalidad muy extraña.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Algunos dando vuelta, pero ahora la cabeza esta acá en Su realidad, y en la mía.
¿Cuál fue tu principal motivación para realizar una película que tiene como eje la vida de Daniel Melingo, pero que a la vez funciona como símbolo para describir un universo tan pintoresco?
Quería hacer una película muy libre, y, al tomar el surrealismo con las dos manos, se nos abrieron todas las compuertas, desde el guion, la fotografía, el clima. El desafío es que todo parezca real en ese contexto bastante imposible, mezclando lo alucinatorio con el humor, la música, con la picaresca.
Otra decisión importante fue nunca verlo desde el lugar de espectador, siempre desde él y hacia dentro, y como Melingo es un diamante que hace brillar todo, un Linyera Diamante, fuimos todo el tiempo fluyendo muy bien, muy atentos, improvisando dentro un guion rígido, mucho mas rígido de lo que parece.
Otra decisión importante fue nunca verlo desde el lugar de espectador, siempre desde él y hacia dentro, y como Melingo es un diamante que hace brillar todo, un Linyera Diamante, fuimos todo el tiempo fluyendo muy bien, muy atentos, improvisando dentro un guion rígido, mucho mas rígido de lo que parece.
En tu película, el arte se mezcla de una manera casi hiperestética, para conjugarse en una película paródica, poética, musical y mucho más. ¿Cómo trabajaste desde el guión todos estos niveles estéticos?
Opté por no pensar en el público, pero no pensar en el público como una manera de llegar. El no espectador ya lo tenés, a ver qué pasa con otro sistema, tratar de entrar por los poros, y que ninguna ley mainstream se me cruce por la cabeza. Por eso me pone bien que me lo preguntes, ya que verdaderamente la intención fue de hacer una película paródica, poética, musical y mucho más. Gracias.
Vos mismo definís a tu película como “lisérgica”, y esa característica queda planteada desde la primera toma. ¿Qué elementos tuviste en cuenta desde lo técnico para lograr esos climas y puntos de vista tan particulares?
No quisimos armar este mundo a través de lo digital, fuimos muy simples y muy estrictos y eso nos permitió llegar a esos estados lisérgicos de un modo diferente, no son pajaritos de colores, es la mente adentro de la mente, es un viaje. Todos los caminos nos llevaban justo hacia donde queríamos ir.
¿Por qué la selección del blanco y negro para la estética de tu película?
Es una película muy variada, con muchos y diferentes mundos propios, con pedazos de otras películas, y el blanco y negro pone todo en una misma caja, unifica, realmente puede llegar a lugares expresivos geniales y le da una atemporalidad muy extraña.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Algunos dando vuelta, pero ahora la cabeza esta acá en Su realidad, y en la mía.
Mención Especial Competencia Argentina - «Salud rural», de Darío Doria
Centrado en la tarea de un médico rural, el cuarto documental de Darío Doria retrata un universo crudo; de enfermedades, de la cercanía de la muerte, de la posibilidad de pérdidas irreparables, pero con una luminosa mirada, un entrañable protagonista, y una percepción bella y esperanzadora. Acompañarán la proyección su director y el médico Arturo Serrano.
¿Cómo fue tu aproximación al tema de Salud ruraly a su protagonista?
Este documental tiene sus comienzos en otro que aún no pierdo las esperanzas de poder realizar, el de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú.
La muerte de mi tío más querido primero y la de mi padre después, me enfrentaron a mi infinita incapacidad para acompañar a alguien en su enfermedad y en su muerte. El dolor de la perdida, pero por sobre todo la culpa por lo no hecho o lo hecho mal, ha sido tan grande que para la próxima vez que me toque transitar algo parecido me gustaría estar más y mejor preparado. Con esta idea, es que 6 años atrás llegué al hospital Tornú, a intentar vencer, cámara de por medio, mis miedos e incapacidades. Pero por cuestiones políticas/burocráticas no logré las autorizaciones de filmación pertinentes y entonces, con la cabeza gacha, comencé la búsqueda por otras tierras. Tiempo después, googleando encontré a un médico rural que aparentemente podía ayudarme con todo esto. Lo contacté y me atendió con enorme calidez y buena predisposición. Viaje va, viaje viene y el resto de la historia está en mi película.
Se reconoce una naturalidad en la gente que retrata tu documental que llama mucho la atención, principalmente porque es filmada en situaciones de vulnerabilidad como es la posible enfermedad, la ineludible y cercana muerte, el dolor, la vejez. ¿De qué manera trabajaste con ellos para lograr ese registro tan claro y a la vez tan potente?
Sinceramente no sé qué responder, esa naturalidad que se ve en la gente frente a cámara me extraña a mí también. Es algo que no logro terminar de entender, pero sucede. Yo estoy ahí esperando, o llego con mi cámara, micrófonos, trípode y alguna que otra luz y la gente habla de sus problemas y padeceres como si nada, como si yo no estuviese ahí.
Me imagino que la gente confía plenamente en Arturo, el médico, y que por transferencia confían también en mí, pero no sé. De alguna manera es inexplicable y por ello mismo asombra que suceda.
El protagonista funciona como hilo conductor de las distintas historias, y a la vez como un ejemplo y símbolo de un universo más amplio, atravesado por múltiples problemáticas. ¿Qué elementos tuviste en cuenta para la selección de los pacientes y sus historias a la hora de componer el guión?
Obviamente quedaron fuera del montaje final muchas situaciones y personajes. Algunas me hubiesen gustado mantenerlas, pero si no quedaron es porque repetían problemáticas o sencillamente porque las filmé muy, pero muy mal.
Las que quedan, están ahí porque de una u otra forma me movilizan, me emocionan de distintas maneras. En todas ellas sucede algo que para mí es importante contar. Es una elección muy personal y muy poco racional.
Armar un documental es como armar un rompecabezas con piezas de diferentes lados, algunas encajan, otras no, algunas hay que ponerlas al revés, otras por más que uno intente, no quedan.
¿Por qué la decisión del blanco y negro para la estética de tu película?
Primero porque creo que el blanco y negro ayuda, y mucho, a contar esta historia, a darle una profundidad, un clima, que el color no le aportaba.
Luego, porque durante el desarrollo del proyecto leí “Un hombre afortunado”, de John Berger, libro que retrata con textos y granulosas fotos en blanco y negro la vida de un médico rural inglés. Tanto me gustaron esas fotos que un día me animé y le quité el color a todas mis imágenes y sentí que quedaban geniales (modestia aparte).
La tercera y última razón, la más racional y condescendiente por lejos, es que hay un par de escenas donde se ve un poquito de sangre, muy poquita, y por la reacción de gente cercana, comprobé que al sacarle el color podían mantener la mirada sobre la pantalla. Y después, ¡algunos desalmados dicen que los directores no pensamos en el público!
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Ojalá sea el de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú.
Centrado en la tarea de un médico rural, el cuarto documental de Darío Doria retrata un universo crudo; de enfermedades, de la cercanía de la muerte, de la posibilidad de pérdidas irreparables, pero con una luminosa mirada, un entrañable protagonista, y una percepción bella y esperanzadora. Acompañarán la proyección su director y el médico Arturo Serrano.
¿Cómo fue tu aproximación al tema de Salud ruraly a su protagonista?
Este documental tiene sus comienzos en otro que aún no pierdo las esperanzas de poder realizar, el de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú.
La muerte de mi tío más querido primero y la de mi padre después, me enfrentaron a mi infinita incapacidad para acompañar a alguien en su enfermedad y en su muerte. El dolor de la perdida, pero por sobre todo la culpa por lo no hecho o lo hecho mal, ha sido tan grande que para la próxima vez que me toque transitar algo parecido me gustaría estar más y mejor preparado. Con esta idea, es que 6 años atrás llegué al hospital Tornú, a intentar vencer, cámara de por medio, mis miedos e incapacidades. Pero por cuestiones políticas/burocráticas no logré las autorizaciones de filmación pertinentes y entonces, con la cabeza gacha, comencé la búsqueda por otras tierras. Tiempo después, googleando encontré a un médico rural que aparentemente podía ayudarme con todo esto. Lo contacté y me atendió con enorme calidez y buena predisposición. Viaje va, viaje viene y el resto de la historia está en mi película.
Se reconoce una naturalidad en la gente que retrata tu documental que llama mucho la atención, principalmente porque es filmada en situaciones de vulnerabilidad como es la posible enfermedad, la ineludible y cercana muerte, el dolor, la vejez. ¿De qué manera trabajaste con ellos para lograr ese registro tan claro y a la vez tan potente?
Sinceramente no sé qué responder, esa naturalidad que se ve en la gente frente a cámara me extraña a mí también. Es algo que no logro terminar de entender, pero sucede. Yo estoy ahí esperando, o llego con mi cámara, micrófonos, trípode y alguna que otra luz y la gente habla de sus problemas y padeceres como si nada, como si yo no estuviese ahí.
Me imagino que la gente confía plenamente en Arturo, el médico, y que por transferencia confían también en mí, pero no sé. De alguna manera es inexplicable y por ello mismo asombra que suceda.
El protagonista funciona como hilo conductor de las distintas historias, y a la vez como un ejemplo y símbolo de un universo más amplio, atravesado por múltiples problemáticas. ¿Qué elementos tuviste en cuenta para la selección de los pacientes y sus historias a la hora de componer el guión?
Obviamente quedaron fuera del montaje final muchas situaciones y personajes. Algunas me hubiesen gustado mantenerlas, pero si no quedaron es porque repetían problemáticas o sencillamente porque las filmé muy, pero muy mal.
Las que quedan, están ahí porque de una u otra forma me movilizan, me emocionan de distintas maneras. En todas ellas sucede algo que para mí es importante contar. Es una elección muy personal y muy poco racional.
Armar un documental es como armar un rompecabezas con piezas de diferentes lados, algunas encajan, otras no, algunas hay que ponerlas al revés, otras por más que uno intente, no quedan.
¿Por qué la decisión del blanco y negro para la estética de tu película?
Primero porque creo que el blanco y negro ayuda, y mucho, a contar esta historia, a darle una profundidad, un clima, que el color no le aportaba.
Luego, porque durante el desarrollo del proyecto leí “Un hombre afortunado”, de John Berger, libro que retrata con textos y granulosas fotos en blanco y negro la vida de un médico rural inglés. Tanto me gustaron esas fotos que un día me animé y le quité el color a todas mis imágenes y sentí que quedaban geniales (modestia aparte).
La tercera y última razón, la más racional y condescendiente por lejos, es que hay un par de escenas donde se ve un poquito de sangre, muy poquita, y por la reacción de gente cercana, comprobé que al sacarle el color podían mantener la mirada sobre la pantalla. Y después, ¡algunos desalmados dicen que los directores no pensamos en el público!
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Ojalá sea el de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú.
Mejor Director de Largometraje Argentino - Adrián Biniez, por «El 5 de Talleres»
De pasar a ser el goleador del equipo a ser simplemente un hombre, hay un largo camino, de decisiones, de cambios y, por qué no, de dudas. Adrián Biniez nos presenta una historia teñida de fútbol, pero enfocada en el complejo momento en que la encrucijada bifurca los senderos, y no queda otra salida que elegir uno de ellos.
¿Cómo surge tu acercamiento al mundo del fútbol y sus internas que tan bien retrata tu película?
La gente del club Talleres, y amigos y conocidos que estuvieron o están vinculados con el fútbol, me ayudaron mucho para recrear y conseguir el ritmo y la atmósfera de los vestuarios. Siempre estaban en todos los detalles.
¿Cuáles fueron los principales desafíos a la hora de filmar El 5 de Talleres?
Para mí lo más difícil fue filmar en mi barrio. Todo era demasiado cercano. Sobre todo las calles y lugares. Lo que pude comprobar es que cuando encuadras algo hasta la locación más mundana y personal se convierte en un set de un musical de la MGM. Y esto tiene sus pros y sus contras: son fuerzas antitéticas que chocan y hacen un quilombo terrible en el imaginario de uno.
Lo otro fue el fútbol, pero se solucionó fácil: jugando de verdad. Todos los actores que hacen de futbolistas han hecho aunque sea inferiores – Huracán, Almirante Brown, Bella Vista (Uruguay)-, el resto del plantel -y de los rivales- son jugadores profesionales libres de Agremiados que se entusiasmaron con la idea. Incluso Lamothe, jugó varios años en la Liga de Villegas para Sarmiento de Ameghino. Jugaba de 9 y en el 98 fue goleador con 14 tantos.
Si bien el fútbol es el universo donde ocurre el relato, hay una progresión dramática en este personaje que se encuentra en una encrucijada, y que trasciende lo futbolístico. ¿Cómo fue el proceso de amalgamiento de los diferentes niveles narrativos?
La película cuenta la historia de un tipo que decide retirarse del fútbol. Esa decisión genera muchas cosas a nivel íntimo, de pareja, familiar, económico y comunitario. Por otro lado, siempre pensé que la parte de la pareja era el núcleo central de la historia, en el que confluían los demás niveles. Esa decisión me dio una forma muy concreta de encarar la narración.
También creo que la película cobró la forma que tiene un poco por el guion, otro por lo que surgió en la pre y los ensayos, otro por lo que encontramos de nuevo en el rodaje, otro por lo que apareció en la edición. Para mí fue un proceso muy abierto y me di cuenta que me fascina que se dé así y que es algo que voy a seguir intentando en el futuro. Aparte, casi no tengo que hacer un carajo: miro y disfruto.
Las actuaciones es un capítulo aparte. ¿De qué manera trabajaste con los actores para lograr esa naturalidad en sus performances? ¿Hubo lugar para la improvisación?
Creo que, más que naturalidad, es un ritmo, una dinámica y un tono lo que logramos en las actuaciones que a mí me gusta mucho. Los actores son muy buenos y la forma en la que encaramos fue bastante heterogénea: con algunos ensayamos mucho, con otros nada, con otros cambiamos todo sobre la marcha.
Por otro lado Esteban y Julieta, aparte de hacer de pareja, y serlo, y ser grandes actores, tienen una electricidad especial en sus movimientos, en la cosa física que es muy vital.
Hay algunas escenas improvisadas, pero lo que más me gusta es que algunas escenas que parecen improvisadas son las ensayadas, y las improvisadas parecen escritas.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy por empezar la pre de Los Rompetodo van a Bariloche. Espero que esté lista para las próximas vacaciones de invierno.
De pasar a ser el goleador del equipo a ser simplemente un hombre, hay un largo camino, de decisiones, de cambios y, por qué no, de dudas. Adrián Biniez nos presenta una historia teñida de fútbol, pero enfocada en el complejo momento en que la encrucijada bifurca los senderos, y no queda otra salida que elegir uno de ellos.
¿Cómo surge tu acercamiento al mundo del fútbol y sus internas que tan bien retrata tu película?
La gente del club Talleres, y amigos y conocidos que estuvieron o están vinculados con el fútbol, me ayudaron mucho para recrear y conseguir el ritmo y la atmósfera de los vestuarios. Siempre estaban en todos los detalles.
¿Cuáles fueron los principales desafíos a la hora de filmar El 5 de Talleres?
Para mí lo más difícil fue filmar en mi barrio. Todo era demasiado cercano. Sobre todo las calles y lugares. Lo que pude comprobar es que cuando encuadras algo hasta la locación más mundana y personal se convierte en un set de un musical de la MGM. Y esto tiene sus pros y sus contras: son fuerzas antitéticas que chocan y hacen un quilombo terrible en el imaginario de uno.
Lo otro fue el fútbol, pero se solucionó fácil: jugando de verdad. Todos los actores que hacen de futbolistas han hecho aunque sea inferiores – Huracán, Almirante Brown, Bella Vista (Uruguay)-, el resto del plantel -y de los rivales- son jugadores profesionales libres de Agremiados que se entusiasmaron con la idea. Incluso Lamothe, jugó varios años en la Liga de Villegas para Sarmiento de Ameghino. Jugaba de 9 y en el 98 fue goleador con 14 tantos.
Si bien el fútbol es el universo donde ocurre el relato, hay una progresión dramática en este personaje que se encuentra en una encrucijada, y que trasciende lo futbolístico. ¿Cómo fue el proceso de amalgamiento de los diferentes niveles narrativos?
La película cuenta la historia de un tipo que decide retirarse del fútbol. Esa decisión genera muchas cosas a nivel íntimo, de pareja, familiar, económico y comunitario. Por otro lado, siempre pensé que la parte de la pareja era el núcleo central de la historia, en el que confluían los demás niveles. Esa decisión me dio una forma muy concreta de encarar la narración.
También creo que la película cobró la forma que tiene un poco por el guion, otro por lo que surgió en la pre y los ensayos, otro por lo que encontramos de nuevo en el rodaje, otro por lo que apareció en la edición. Para mí fue un proceso muy abierto y me di cuenta que me fascina que se dé así y que es algo que voy a seguir intentando en el futuro. Aparte, casi no tengo que hacer un carajo: miro y disfruto.
Las actuaciones es un capítulo aparte. ¿De qué manera trabajaste con los actores para lograr esa naturalidad en sus performances? ¿Hubo lugar para la improvisación?
Creo que, más que naturalidad, es un ritmo, una dinámica y un tono lo que logramos en las actuaciones que a mí me gusta mucho. Los actores son muy buenos y la forma en la que encaramos fue bastante heterogénea: con algunos ensayamos mucho, con otros nada, con otros cambiamos todo sobre la marcha.
Por otro lado Esteban y Julieta, aparte de hacer de pareja, y serlo, y ser grandes actores, tienen una electricidad especial en sus movimientos, en la cosa física que es muy vital.
Hay algunas escenas improvisadas, pero lo que más me gusta es que algunas escenas que parecen improvisadas son las ensayadas, y las improvisadas parecen escritas.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy por empezar la pre de Los Rompetodo van a Bariloche. Espero que esté lista para las próximas vacaciones de invierno.
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